Un pueblo bicicletero

Estamos acostumbrados a oír en tono despectivo que vivimos en un pueblo bicicletero. No sé realmente en qué se piensa cuando alguien lo dice, pero si me imagino uno esos pueblos que he tenido la suerte de conocer, honestamente la idea me gusta mucho.

Conocí un pueblo bicicletero en el que su principal medio de transporte son las dos ruedas, aunque también había las dos piernas… y las cuatro, seis, las doce y hasta las más de cien ruedas, si pensamos en el tren.

¿Qué encontré en ese pueblo bicicletero?

Una ciudad que privilegia la presencia de peatones y bicicletas hace fascinante andar por las calles, apreciar entre otras cosas la diversidad de modelos que pueden existir y de los cuales elegir de acuerdo a tus necesidades.

Describiré algunos ejemplos que encontré:

Había los modelos Old Fashion, son las más comunes y las que llamo Bici-carcachas, que van tronando con cada pedaleada. Son muy seguras para el peatón ya que sabes que están viniendo por todo el ruido que hacen; parece que a los dueños no les importa, van muy tranquilos y sin pena en un andar sonoro.

También hay modelos Modernos, esas de carreras, delgaditas, las que parece que no pesan nada y van a toda velocidad. Pasan tan rápido que el ciclista puede abanicarte y ni cuenta te das, solo sientes el aire fresco pasar.

Los modelos Familiares son buenísimos, de dos y hasta tres personas. Como las que una vez soñé tener con mis hermanas para salir a pasear. Hay muchos tipos de modelos dobles: una grande adelante y una chiquitita atrás, las usan para llevar a los niños a la escuela. Otro modelo familiar es el de la bicicleta normal con sillita atrás, donde van los bebés muy bien amarrados con cinturón de seguridad y casco, ellos van cabeceando completamente dormidos mientras los transportan.

También pude ver lo que llamo los modelos Twins que son como las motos con carrito de lado, la bicicleta grande que lleva una cabina abierta o techada, según el clima, ahí también van niños o bebés.

Había un modelo que hubiera sido ideal para mi papá, era como un triciclo de carga pero con la canasta atrás, grande. Me lo imagino con sus pantalones cortos y sus chancletas de piel de venado manejando su triciclo; en la canasta trasera su rifle y un jabalí, producto de su afición a la cacería. Claro que este modelo también puede ser utilizado para llevar las compras del supermercado.

Otro modelo, es el triciclo con canasta grande adelante, solo que está completamente cubierta de tela de cuadros y a la persona que va adentro solo se le ve la cabeza, en las épocas de lluvia puede ser muy útil.

Si las prácticas sociales hablan mucho de la cultura de un país, imagina los modelos que los mexicanos seríamos capaces de crear con nuestro gran ingenio. Y cómo cambiarían nuestras prácticas de transporte.

Un pueblo bicicletero como el que conocí también tiene carencias, no hay vendedores ambulantes, no hay perros callejeros, no hay ni un solo letrero publicitario en los edificios y en épocas electorales no hay hordas de propaganda política que invaden la ciudad y la hacen invivible visualmente.

No creo que todos los pueblos bicicleteros tengan que ser iguales, pero si serlo implica tener una ciudad que privilegia a sus ciudadanos más que a sus autos, que privilegia la belleza de la ciudad y sus edificios más que al marketing, haría de nuestras ciudades espacios que en su organización favorecerían la sana práctica de caminar y andar en bicicleta.

¿Deberíamos convertirnos en un pueblo bicicletero? ¿Qué piensas?

@DoraAyora